Erwin Kraus fue un montañero, pintor y fotógrafo colombiano, de origen alemán (nacido en 1911 en Bogotá y fallecido en el 2000) que fue primer escalador de los picos de los Andes de Colombia, un reconocido hito de la historia de la fotografía en Colombia y pintor paisajístico de temas de alta montaña. Uno sale de la ciudad, pequeño y humilde, para encontrarse con la naturaleza grande, inmensa, perdurable.
Biografía
Erwin Kraus nació en Bogotá en 1911, de padres alemanes. Aunque ya había recibido clases de pintura en Colombia y un tío suyo le había regalado una cámara de fotos, fue en Suiza y Alemania (de 1926 a 1935) donde aprendió a escalar montañas, fotografía, dibujo, pintura, a administrar negocios y a trabajar con piedras y metales preciosos, siguiendo una tradición familiar de joyeros orfebres.
A Erwin Kraus se le conoce como el pionero del montañismo en Colombia: en 1938, con Anton Lampel, escaló por primera vez los 5.160 metros del cerro Pan de Azúcar, en el Nevado del Cocuy; al año siguiente coronó los 5.775 del pico Simón Bolívar, en la Sierra Nevada de Santa Marta, en compañía de Guido Pichler y Enrico Praolini, y en 1942 volvió al Cocuy para conquistar, antes que nadie, el Ritacuba Negro, junto a Heriberto Hublitz.
En aquella época el montañismo era considerado en Colombia cosa de locos y en la mayor parte de las ocasiones sus compañeros eran europeos. Pero si es admirable su trayectoria como montañista, no es menos destacada su carrera de pintor.
Antes de cumplir 30 años, Erwin Kraus participó en el Primer Salón de Artistas Colombianos, donde obtuvo una mención honorífica. En 1942 expuso por primera vez en Nueva York y cuatro años más tarde se hizo merecedor del tercer lugar en el VII Salón Nacional con el cuadro «La Tarde». Hasta 1986 había colgado cerca de 30 exposiciones en Colombia, Estados Unidos y Europa. Es una pasión que ha ido de la mano con el montañismo.
En cada viaje se preparaban, con la misma dulzura, las cuerdas para la escalada y los cuadernos en los que quedarían bosquejados páramos, llanuras, selvas y sabanas. Y con el montañismo, inseparable la fotografía, con su Rolleiflex. A finales de los sesenta dejó el alpinismo por una enfermedad en sus ojos. Se dedicó a la pintura con la vocación de quien recuerda el paisaje pero no cuenta con la suerte de transmitirlo por medio del pincel. Sus fotos, en cambio, que se han expuesto en varias ocasiones en esta última década, son el testimonio sensible de un apasionado escalador.